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La Clase De Arte Arte Es El Lunas Lunas a Las Diez Y Media De La Maãƒâ±ana

De noche, la vemos relucir en el cielo. Ni la contaminación lumínica ha logrado apagar su presencia. La Luna sigue marcando el ritmo de la humanidad a pesar de los milenios transcurridos. Allí permanece, como el primer día que el primer humano alzó la vista al firmamento nocturno y la vio brillar dues sus ojos. Por más que las civilizaciones se hayan transformado y hayan adquirido conocimientos científicos y tecnológicos que han culminado con la llegada a su superficie, las voces de los mitos no se han silenciado del todo y el influjo lunar persiste en cierto modo en el imaginario colectivo.

La Luna es mucho más que un uncomplicated satélite. Por eso, cuando Neil Armstrong pronunció la famosa frase: "Un pequeño paso para [united nations] hombre, united nations salto de gigante para la Humanidad", sabía lo que se decía (a pesar de que ese "pequeño paso" fuese más bien un buen bote debido a la escalera demasiado corta del Apollo xi). Él había logrado llegar al mismo corazón donde tantas veces se había refugiado el alma humana.

"Los primeros seres vieron su vida reflejada en la vida de la Luna", explica la experta en mitología Jules Cashford en su grueso libro La Luna, ­símbolo de transformación. A simple vista, los hombres y las mujeres primitivos podían observar cómo nacía, cómo crecía hasta llegar a su plenitud y cómo menguaba hasta desaparecer durante tres días para luego renacer. Platón definió este ciclo de 28 días como el "eterno retorno".

Idea de resurrección

Esta cadencia sirvió para dar ansiadas respuestas a grandes preguntas existenciales que carecían de explicación. Los seres humanos identificaron su vida con la de la Luna, ya que también nacían, alcanzaban la plenitud y se debilitaban hasta morir. Pero aquí no acababa el ciclo.

Gracias a la Luna, muchas culturas ancestrales creyeron en la vida después de la muerte. "En todo el mundo antiguo, la idea de la resurrección se veía reflejada en el ciclo recurrente de la Luna" explica Cashford. "La Luna crece y decrece, desaparece, su vida está sujeta a la ley universal del devenir, del nacimiento y de la muerte", dejó escrito el célebre Mircea Eliade en el Tratado de historia de las religiones.

Medir el tiempo

Pero la relación entre el hombre y la Luna no se ciñó a los pensamientos más trascendentales. Su observación influyó en aspectos cotidianos y se establecieron otros paralelismos ligados a sus fases, muchos de los cuales se convirtieron en mitos.

En este sentido, la Luna también sirvió desde muy temprano, incluso ya en el paleolítico, para medir el tiempo. El hueso del Abri Blanchard, repleto de trazos y muescas, de unos xxx.000 años de antigüedad, se ha interpretado como notaciones lunares que siguen la trayectoria de dos lunas.

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El hueso de Abri Blanchard

Archivo

Posteriormente, no fueron pocas las civilizaciones que crearon calendarios lunares para controlar el tiempo. El caso más emblemático es el de los mayas. En Prc, todavía hoy los meses son lunares y empiezan siempre en luna nueva. El país asiático es un ejemplo paradigmático de los calendarios lunisolares, que unifican ambos ciclos.

Los babilonios, otro ejemplo, también partieron de este concepto, estableciendo doce meses de treinta días a los que sumaban meses extras para mantener la consonancia con el ritmo de las estaciones.

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La Meca durante la celebración del Ramadán.

prmustafa / prmustafa-iStockphoto

En la actualidad, la Luna todavía sirve para determinar algunas fechas del calendario, como el Pesaj judío, el Ramadán musulmán o la Pascua cristiana, que fija la resurrección de Cristo el primer domingo tras la primera luna llena tras el equinoccio de primavera. Lo curioso del caso es que Jesús renace al tercer día de su muerte, en claro paralelismo con la Luna. No es el único caso.

La diosa sumeria del amor y de la guerra Inanna también permaneció tres días en el infierno antes de ser rescatada. El bíblico Jonás pasó esos tres días, previos a su renacer espiritual, en el interior de una ballena. Son sólo dos ejemplos. Para las viejas culturas, la Luna era esperanza y simbolizaba transformación.

Origen etimológico

Si nos adentramos en el propio lenguaje, no es ninguna casualidad que la raíz indoeuropea para nombrar la Luna: me (que en sánscrito dio la palabra mâs, méne en griego o mensis en latín) signifique 'yo mido'. Es decir, la Luna servía para medir. Otros vocablos actuales recogen esta misma raíz en una amplia diversidad de idiomas.

En castellano tenemos, por ejemplo, la palabra 'mes', que la vincula con el tiempo; pero también 'menstruación', lo que resulta muy significativo ya que nuestro satélite se ha considerado normalmente femenino porque su ciclo se asimila al de la mujer. Y esta relación no ha desaparecido del todo. ¿Cuántas veces hemos oído decir que las mujeres son lunares?

Luna y mujer

La observación del cielo en las más tempranas edades de la humanidad ya llegó a establecer esta analogía. El periodo de ambas es aproximadamente de 28 días. Para los más precisos, el mes sinódico, es decir, el tiempo que tarda la Luna en dar la vuelta a la tierra, es de 29,53 días. Mientras que su mes sideral, el tiempo que tarda teniendo de referencia el fondo estelar, es de 27,32 días.

No deja de ser incluso emocionante ver esta correlación en una de las obras de arte figurativo más antiguas, procedente de tiempos tan remotos como el paleolítico. Hace entre 20.000 y 24.000 años, un artista primitivo esculpió en la localidad francesa de Dordoña, muy cerca de la famosa cueva de Lascaux, la estatuilla de Laussel.

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La estatuilla de Laussel

Education Images / Getty

Muestra a una mujer que sostiene en una mano un cuerno de bisonte con trece muescas mientras que su otra mano reposa sobre el útero, en un avanzado estado de gestación. ¿Qué significa? Muchos historiadores ven en esta estatuilla de 43 centímetros una especie de calendario relacionado con el ciclo menstrual.

El cuerno simbolizaría la luna en creciente y las trece incisiones evocarían los 13 días que dura esta fase y, a la vez, también representarían los trece meses del año lunar. "Su cabeza se inclina hacia la luna creciente, dibujando una curva que conecta la fase creciente de la Luna con la fecundidad del útero humano", detallan Anne Baring y Jules Cashford en El mito de la diosa.

"La sincronicidad entre el ciclo femenino y el de la Luna también revelaba la conexión entre la mujer y lo divino: durante su ciclo la mujer albergaba el misterio de la vida dentro de su cuerpo y podía crear vida y asegurar el futuro de su pueblo, lo que equivale a decir que cada mujer poseía los poderes propios del universo: dar la vida, sustentar y crear", explica Miranda Gray en el libro Luna Roja.

Diosas lunares

La analogía entre la Luna y la mujer no sólo se limita a la coincidencia temporal de sus ciclos. Se extiende también a las fases. Su aspecto cambiante se manifiesta en las propias diosas de mitologías diversas. En la antigua Grecia, por ejemplo, la Luna no tenía una única personificación en el Olimpo. Especialmente había tres diosas encargadas de simbolizar sus fases visibles.

Su periodo creciente, virgen, era encarnado por Artemisa. Su plenitud correspondía a Selena, mientras que su decadencia pertenecía a Hécate. Por no hablar de las Moiras griegas o las Parcas romanas, esas tres deidades oscuras encargadas de dar el hilo de la vida, tejer su destino y, llegado el momento, provocar la muerte cortando el hilo.

La diosa romana Diana, la Artemisa griega, con el símbolo de la Luna encima de la cabeza en una fuente de Siracusa

La diosa romana Diana, la Artemisa griega, con el símbolo de la Luna encima de la cabeza en una fuente de Siracusa

TontoRuga / Getty

Todas estas trilogías se encuentran en más culturas ancestrales y nos han llegado a través de famosos cuentos infantiles como Blancanieves o La Bella Durmiente. Representan el ciclo vital femenino y nos llevan al concepto de la 'Diosa blanca' de la que habla Robert Graves o de la 'Gran Diosa' a la que se refiere Miranda Greyness.

Gray añade united nations cuarto elemento que en general no formaba parte del trío anterior para completar la analogía con el ciclo lunar, correspondiente a la cuarta fase, el momento de la ausencia. "Se trata de la madre oscura o terrible, a la que se representaba como si fuese la muerte; era el alma de lo divino a la que todos regresaban para renacer", argumenta.

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Una pintura del prerrafaelita John Collier que recrea a Lilith junto a una serpiente, un animal que siempre se ha relacionado con la Luna por la capacidad regeneradora de su piel.

Heritage Images / Getty

En este punto vale la pena recuperar otra figura mitológica que encarnaría este momento: Lilith, la considerada primera esposa de Adán, creada como su igual y no desde su costilla, la que prefirió a Satanás antes que someterse sexualmente a su esposo en el paraíso. "Ella era el compendio de la destrucción, la tentación y la muerte, todos los aspectos de la luna nueva que atemorizaban a la sociedad patriarcal", detalla Greyness.

En la cultura occidental, no fueron pocos los primitivos hombres de ciencia que creyeron que la Luna regulaba el ciclo femenino. El mismísimo Galeno, el famoso médico griego del siglo II, escribió que la Luna controlaba la regla de las mujeres.

Aristóteles dejó constancia en su Historia de los animales que "el comienzo de la menstruación se produce cuando el mes va menguando; de ahí el misterio sofista: la Luna es femenina porque la menstruación de las mujeres y la mengua de la Luna ocurren al mismo tiempo, y después de ambos procesos alcanzan su plenitud".

la Luna es femenina porque la menstruación de las mujeres y la mengua de la Luna ocurren al mismo tiempo"

Aristóteles

Muchas culturas antiguas coinciden con esta correlación, como es el caso de los iroqueses de Norteamérica. Los maoríes, en el siglo XIX, según recogió el etnógrafo Elsdon All-time, aún consideraban que "la Luna es el marido perpetuo, el auténtico marido, de todas la mujeres, porque las mujeres menstrúan cuando la Luna aparece". Otras, en cambio, sitúan el sangrado con la luna menguante o incluso con la luna llena.

Pero ocean cual bounding main la fase elegida, el vínculo se mantiene inalterable y hasta algunas culturas llegaron a creer que la propia Luna menstruaba. La sangre no dejaba de ser united nations fluido como el agua o la humedad, dos aspectos que también se le vincularon.

Control de las aguas

Los textos sagrados de la Bharat, por ejemplo, señalan la conexión que existe entre el satélite y su poder de controlar las aguas. "De la Luna viene la lluvia", afirma el libro Aitareia-bráhmana asociado al Rigveda, escrito seguramente hacia el 600 a.C. Incluso el propio Rigveda, el texto más antiguo de la India compuesto en sánscrito entre el 1700 y el 1100 a.C., y considerado también uno de los primeros redactados en una lengua indoeuropea, detalla que "la Luna está en las aguas". Poco podían intuir sus autores que más de treinta siglos después, unos científicos confirmarían la existencia de agua en las entrañas lunares.

Pero no vayamos tan lejos ni tan deprisa. Griegos y romanos no podían ser menos y también relacionaron el agua con la Luna y no sólo en sus mitologías. El estoico Posidonio de Apamea, filósofo, geógrafo y matemático además de astrónomo, cuyas mediciones del diámetro de la Luna y el Sol son de las mejores de la Antigüedad, también hizo hincapié en la naturaleza "húmeda" de nuestro satélite.

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Busto atribuido a Plutarco en el Museo Arqueológico de Delfos

Creative Eatables

Otro ejemplo de la misma índole es el que ofrece el filósofo Plutarco, formado en la reputada Academia ateniense, que dejó escrito en Sobre la cara visible de la Luna que nuestro satélite posee un carácter suave y húmedo. Como curiosidad, en su honour, un cráter lunar lleva su nombre.

Casi todas las civilizaciones antiguas, que forjaron muchos de sus mitos a través de la observación de la naturaleza, coincidieron, independientemente de su veracidad, en una misma constatación: la Luna tiene el poder de provocar la lluvia. Algunas creencias, y no pocas, incluso fueron más allá y señalaron que los días en que cambia la Luna suele llover, tal y como recogió Carl Hentze en Mitos y símbolos lunares.

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La escena bíblica de Noé con el regreso de la paloma que simboliza el fin del viaje tras el Diluvio. Mosaico de la Basílica de San Marco de Venecia

Getty Image

Hay diversos mitos del diluvio que hablan de la Luna como desencadenante de la tragedia. Es el caso, por ejemplo, de una leyenda australiana que cuenta cómo el astro, en una noche de frío, pidió a un hombre unas pieles para cubrirse y entrar en calor. Él no quiso prestárselas y, como respuesta a su falta de solidaridad , la Luna desencadenó una lluvia torrencial que acabó inundando toda la región.

De hecho, todavía somos herederos de ciertas convenciones populares que aseguran predecir la lluvia según la Luna. Por ejemplo, si cuando está llena muestra a su alrededor una aureola de vapores que difuminan su luz, lo que en provincias manchegas se conoce como "Luna con cejo", significa que lloverá. Otro caso algo más complicado: si el cuerno alto de la luna nueva es más oscuro que el bajo, augura lluvia en cuarto menguante.

Las mareas

Ahora bien, pocas tradiciones de la antigüedad llegaron a otra conclusión incorporada hace siglos a nuestra sabiduría popular: la Luna influye en las mareas. Y, si lo hicieron, fue bastante más tarde. Se atribuye a Eratóstenes de Cirene, que dirigió la famosa biblioteca de Alejandría hacia el 255 a.C., la primera explicación científica sobre la influencia lunar en los flujos y reflujos de los mares y océanos.

Por cierto, otro cráter lunar lleva su nombre para recordar a un hombre de ciencia a quien se atribuye la invención de la esfera armilar y que midió con un mistake de tan solo xc kilómetros, según los conocimientos actuales, la longitud de la circunferencia de la Tierra. Antes de él, sólo había lugar para las explicaciones en forma de fábulas. Por ejemplo, algunos griegos achacaban las mareas a la respiración rítmica de la Tierra.

Plantas medicinales

Desde la antigüedad se ha creído que el astro también guardaba una influencia directa con las plantas medicinales o mágicas. En la Republic of india más ancestral se consideraba que la Luna era la primera de las hierbas, tal como recoge Angelo de Gubernatis en La mitología de las plantas (1878). Muchas recibieron el propio nombre de la Luna. Y para acabar de redondear el círculo, el dios Soma de la mitología hindú encarna a la vez la Luna y la naturaleza vegetal.

Según la tradición, la humedad del astro proporcionaba la bebida necesaria para que las hierbas se alimentaran. En contrapartida, eran capaces de ofrecer jugos como el soma, cuyo nombre coincide con el del dios lunar y vegetal, lo que no es ninguna casualidad ya que este brebaje viene a ser united nations poderoso elixir, un narcótico divino que incluso es mencionado en el famoso texto sagrado Rigveda. En realidad, le dedica todo el libro noveno con varios himnos que ensalzan su poder revitalizador y embriagador.

Fertilidad en el campo

La relación de la Luna con la fertilidad universal se remonta a la más remota antigüedad. No es de extrañar que muchos dioses y diosas lunares ostentasen entre sus cualidades la capacidad de fecundar los campos y dar vida a las plantas.

Quizás el ejemplo más paradigmático sea el del gran dios egipcio Osiris. Para empezar, su piel es de color verde, una alusión clara a la vegetación que crece gracias a él, no en vano empezó siendo solamente united nations dios agrario. Su ciclo vital claramente selénico coincide con el de las cosechas, convirtiéndose también en símbolo de la semilla que muere para renacer como espiga.

El dios de la resurrección fallece cuando llega la estación seca y renace cuando las aguas de la inundación del Nilo se retiran para que la tierra vuelva a dar sus frutos. El Papiro Chester Beatty no lo puede decir más claro: "Osiris es el que hace crecer el trigo y la cebada".

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Osiris junto a Seti I en la tumba del faraón en el Valle de los Reyes.

DEA / Due south. VANNINI / Getty

Él representa mejor que nadie el ciclo lunar, ya que su muerte y desmembramiento del cuerpo por parte de su hermano Seth simbolizan la eterna renovación, como la Luna en sus fases. Además, su preciado allegado tuvo el detalle de despedazarlo en 14 trozos que coinciden con los días de fase menguante.

El que muchos conocen como el dios de la muerte, también es el dios de la vida, ya que personaliza el renacer y la germinación de la vegetación (otros atributos lunares). Además, Osiris marca la venida de las aguas, la tan deseada inundación del Nilo que trae consigo el famoso limo que fertiliza las tierras del valle. Cuando su constelación, Orión, aparece en el cielo egipcio, significa que la crecida ha llegado. Y más agua que la de la inundación del Nilo sólo cabe buscarla en la que cubrió el mundo en el diluvio universal, una hazaña, como hemos visto, también algo lunar.

Trabajos agrícolas

¿Pero qué papel tiene la Luna en el crecimiento de los vegetales según las antiguas creencias? No olvidemos que incluso el hombre prehistórico estableció una relación mucho más evidente, la del sol sobre las plantas. Asirios, babilonios, egipcios, hebreos, griegos, romanos... todas las culturas más avanzadas de la antigüedad conocían la influencia que ejercía la luz solar en el desarrollo del mundo vegetal. La observación directa no ofrecía lugar a dudas.

En cambio, para todas estas civilizaciones, el influjo de la Luna sobre la vegetación también existía, aunque era mucho más sutil. Para algunas de estas culturas, la Luna era la causante del rocío y del frescor de la noche, según cuenta Pierre Saintyves en L'astrologie populaire. Otros pueblos primitivos pensaron que, ni que fuera por analogía, si la luz del sol afectaba a las plantas, la de la Luna, también.

Muchas creencias consideraron que si la Luna crece, su influjo da fuerza a las plantas para que también crezcan

Algunas creencias incluso fueron algo más allá y formularon unas teorías algo complejas. La iluminación lunar, al ser más tenue, podía penetrar más profundamente en el interior de los vegetales hasta llegar a las semillas. En contrapartida, los rayos solares, más potentes y agresivos, se encargaban de su desarrollo outside.

Pero los antiguos llegaron a otra conclusión que es la base de las teorías populares que todavía hoy perduran en las tradiciones agrícolas: si la Luna crece, su influjo da fuerza a las plantas para que también crezcan. En fase decreciente, en cambio, sucede todo lo contrario. Para Saintyves, esta deducción responde al principio de la magia simpática. Es decir, "lo like engendra lo like".

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Muchas culturas antiguas establecieron que la Luna influía en los trabajos agrícolas.

Lothar Brademann / Getty

Basándose en este concepto, no tardaron en llegar las teorías de los primeros hombres de ciencia de la antigua Grecia, que no sólo teorizaron sobre cómo las fases lunares afectan a la agricultura, sino que también hicieron lo propio con cada día del mes lunar. Uno de los primeros, Hesiodo (hacia 735 a.C), por ejemplo, advirtió que no se debe sembrar en el decimotercero. Quizás ocean una casualidad, pero el número trece ya parece traer malos augurios en tan temprana edad de la civilización.

En Roma, los contemporáneos Virgilio y Varrón, que vivieron el cambio histórico del paso de la República al Imperio, hablaron en sus trabajos de la influencia que ejerce la Luna en los cultivos. En su De las cosas del campo, Varrón cuenta que "hay trabajos que se realizan mejor durante el crecimiento de la Luna que en su declive, y viceversa. La cosecha de maíz y los cortes de madera, están en la última categoría". Virgilio, en Las Geórgicas, coincide plenamente con su colega: "La Luna te indica, por su curso desigual, los días favorables a ciertas obras", afirma antes de añadir también algunos casos: "Después del décimo día de la Luna, el séptimo es el más indicado para plantar la vid".

El influjo de la Luna en la agricultura, presente en culturas como la romana, todavía persiste

Algo más joven que ellos, el bético Columena, nacido el año four d.C., se convirtió en el escritor agronómico de referencia, junto con Plinio el Viejo, con una obra que abarcaba casi todo el conocimiento agrícola romano. En su De re rustica (Los trabajos del campo) señala que se deben sembrar las lentejas entre el primer y duodécimo día de la Luna, mientras que las habas conviene hacerlo antes del decimoquinto. El último escritor latino en tratar sobre la agricultura, Paladio (due south.IV), dejó para la posteridad el axioma: "Siempre debemos sembrar mientras la Luna crece, y cortar o recolectar cuando decrece".

Y de ahí casi no nos hemos movido. Las teorías sobre días, lunas, plantaciones y recolecciones perduraron a lo largo de los siglos. Con la imprenta se popularizaron los calendarios y almanaques agrícolas. Y todavía hoy se publican, según marca la tradición, normas a seguir en los trabajos del campo teniendo en cuenta las fases lunares. La herencia de las creencias ancestrales se mantiene en cierto modo, con o sin ciencia que las arropen.

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Source: https://www.lavanguardia.com/cultura/20191102/471277913841/luna-mitos-leyendas-civilizaciones.html